Mi amigo, el genial publicista Gustavo Rodríguez, reflexiona desde hace unos días sobre el dilema en el que se encuentra el pueblo peruano en este proceso electoral. Señalaba en su Facebook: “Ahora se viene otra elección: el miedo a perder la plata o el miedo a perder los valores”. Los comentarios no se hicieron esperar. Yo comenté que el establishment tiene más miedo a perder su dinero. Gustavo precisó que él opta por defender sus valores. No es el único que ha hecho o recibido comentarios como éstos en las redes sociales. Facebook y Twitter está plagado de reflexiones, insultos y críticas que reflejan el miedo de muchos peruanos -que normalmente viven en una burbuja- a los que recién ahora la política y los temas sociales les parecen importantes.

Aparecen los defensores del fujimorismo, que luego estuvieron con Toledo y posteriormente con García. Contestan los defensores de Ollanta y todo esto revela que el Perú en el siglo XXI está más dividido que nunca. Entre ricos y pobres, incluidos y excluidos, pitucos y resentidos, blancos y cholos, los que quieren un cambio y los defensores del statu quo, los seguidores de Ollanta y los defensores de Keiko.

En el verano que terminó discutí en varias ocasiones con amigos ricos, muy empresariales, en sus casas de playa. En playas muy bonitas, pero excluyentes, racistas y vergonzantes, donde –al menos para mí- quedaba claro que el Perú no podía seguir así. Cuando uno constata que en una playa se impide con vigilantes, sogas o cualquier otro medio que la población “cobriza” se mezcle con la “no cobriza” y no dice o no hace nada, es cómplice y hasta promotor de que esa situación se mantenga y revela su poca o nula sensibilidad social.

La exclusión social, racial, étnica o económica la vivimos todos los días a nuestro alrededor y casi nadie hace nada al respecto.

El verano pasado fui también testigo de que en la arena de una exclusiva playa de Asia el heladero de carretilla estaba prohibido de vender helados a los no residentes. Imagínense al padre de familia pobre que lleva a sus hijos a la playa, a quien la municipalidad no le ha brindado ni servicios higiénicos y a quien el heladero, encima, se niega a venderle helados. ¿Por quién creen que vota una persona que recibe ese trato? ¿Por el que ofrece más de lo mismo o por quien plantea un cambio?

Ya es hora de reflexionar sobre el apartheid inaceptable que existe en nuestro país y del que muchos -aunque parezca mentira- defienden en diferentes tonos y con distintos "argumentos".    

Yo he participado desde joven en la vida política de nuestro país. He defendido las ideas en las que creo y he luchado por ellas. Hoy que muchos en la élite viven preocupados por el futuro de nuestro país resulta un momento propicio para invitarlos a una reflexión. No podemos ocuparnos de la política cada cinco años y criticar lo mala que es la clase política nacional. Es hora de hacer algo al respecto.

Necesitamos un país con ciudadanos más proactivos y más responsables. El individualismo o egoísmo mal entendido hace que las personas no se preocupen mucho del entorno en el que viven. Durante mucho tiempo he sostenido que las personas más privilegiadas debemos hacer algo por mejorar la política y el nivel de los políticos. Lo cierto es que muchos que hoy sí están preocupados o les disgusta el resultado electoral de la primera vuelta no hicieron nada o muy poco para que las cosas cambien para los más pobres. Llegó la hora de hacer algo.

Esta reflexión debería -por lo menos- generar un cambio de actitud frente a los demás y frente a nuestra responsabilidad como generación. Ojalá que las personas que nos enorgullecen por su desempeño en otros campos y por su compromiso social se sumen a una cruzada por el Perú y por su futuro. Gastón Acurio, quien goza del respeto de los peruanos y que en más de una ocasión se ha pronunciado en tono enérgico sobre estos temas, podría liderarla. Vania Masías, Sofía Mulanovich y Magaly Solier podrían acompañarlo.